jueves, 21 de octubre de 2010

Snakes On A Plane (o los efectos positivos de una película mala)

Samuel L. Jackson tiene que escoltar desde Hawai hasta Los Angeles al testigo de un asesinato. El asesino llena de culebras el avión en el que viajan para detener el testimonio. Y eso es todo.

Este post no es sobre la película (la cual no tiene mucho más que la descripción del párrafo anterior). Esto es para decir que no siempre las películas nos tienen que dar grandes lecciones sobre la vida, ni revelarnos los grandes del universo, ni ilusionarnos con amores imposibles.

Porque en noches difíciles, lo último que necesitamos es ver algo que nos haga caer en cuenta de la realidad de las cosas. Lo más sano es, si no se puede hacer nada por cambiarla, evadirla. Y sentí los poderes curativos de la película mala. No puedo decir que me animó del todo, pero si hubo momentos en los que me sentí bien, entretenido, contento.

A veces, lo único que necesitamos es hora y media de muertes sin sentido, el ocasional par de tetas, frases poco memorables y a Samuel L. Jackson gritando improperios a diestra y siniestra. Y después un poco de Wilco.

Porque no siempre el cine tiene que ser arte. De hecho, yo prefiero que el cine sea siempre entretenimiento.

Sporks?

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